quinta-feira, 18 de janeiro de 2018
Antônio Sánchez García, colaborador do Blog de Montaner,
denuncia a covardia e a baixeza da oposição oficialista MUD (Mesa de
Unidade Democrática) no massacre de Óscar Pérez e seu grupo, que lutaram
contra a tirania chavista e, embora tivessem apresentado rendição,
foram massacrados, numa verdadeira chacina. Nunca esquecer que os
facínoras do chavismo, que conduziram a Venezuela à fome e à miséria,
são apoiados pelo PT e outros partidos de esquerda no Brasil:
Poco cabe agregar al
extraordinario artículo de Ibsen Mártínez publicado en El País de España
este 17 de enero, El “diálogo” y Óscar Pérez, [i]que sitúa con
lacerante exactitud el contexto político en que ocurrió “La Masacre del
Junquito”, el ominoso papel jugado por la torpe y cobarde oposición
oficialista llamada Mesa de Unidad Democrática, que ya nada tiene de
unidad ni de democrática, y el triste papel jugado por encumbrados
opinadores que, traicionando el deber de enarbolar la verdad como
hicieran sus predecesores, se han comportado con frívola complacencia
ante la farsa que se escenifica en Santo Domingo mientras corre la
sangre por las calles de Caracas. Uno de los más sórdidos capítulos de
esta tragedia: la obsecuencia, la cobardía y la bajeza con las que se
han comportado los bustos parlantes y los escribidores de la MUD y sus
amos, los propietarios de los medios radiales, televisivos e impresos en
la Venezuela de la decadencia. Con muy escasas excepciones, exégetas y
apologetas que no le hacen ningún honor a la verdad, al periodismo ni a
la academia.
Sólo cabría agregar, a
ese respecto, que los mismos que han impuesto el diálogo, lo llevan a
cabo persiguiendo con denuedo la vía electoral como única vía legítima a
la acción política y no aceptan ninguna otra vía, así sea tan
constitucional como la electoral, para simular el combate contra la
tiranía, fueron quienes aceptaron el desafío en cuanto los Castro nos
impusieron a su agente Nicolás Maduro: en febrero de 2014 por voz de
Edgar Zambrano, Henry Ramos Allup, máximo jefe de Acción Democrática
(AD) declaró que no había otra alternativa a los votos que las balas.
Bastaba ver la realidad para saber que no tenemos más que votos y ellos,
si nos apartamos de tal orientación, no tienen para enfrentarnos más
que balas. Uno de sus primeros efectos: robarnos la vía electoral del
Revocatorio y dejarnos inermes ante las balas, en medio del sacrosanto
silencio de la MUD. Maduro aceptó el envite: asesinó a balazos a
quienes, apartándose del mandato de los ventrílocuos de AD, tomaron la
vía de la insurrección, asesinando a 140 jóvenes insurrectos y ordenando
masacrar a la célula insurreccional de Oscar Pérez. Los autores
intelectuales se estarán sobando las manos. Como lo señala Ibsen
Martínez: “Para acrecentar el agobio, el horror y la desesperanza, estas
muertes, que se suman al más de un centenar que el año pasado causó la
dictadura, han ocurrido durante el receso de los vergonzosos diálogos de
Santo Domingo. Allí, una desacreditada dirigencia opositora gesticula
parsimoniosamente, junto con los más despiadados y cínicos caimacanes
del régimen chavista, el acuerdo de una improbable ruta hacia elecciones
libres y transparentes. Los voceros de la MUD quizá agradecieron en
secreto el respiro que la atención mediática, centrada ahora en la
matanza de El Junquito, concedería por unos días a su perseverancia en
negociar un modus vivendi con una dictadura asesina. Eso explicaría el
cauto silencio que la MUD prolongó todo cuanto pudo ante el asesinato de
Pérez. Su prioridad era vindicar la justeza de su misión en Santo
Domingo, no hacerle olas al dictador.”
Pero no es solamente
la concupiscencia entre tartufos y genocidas lo que nos inquieta. Y los
atroces sufrimientos que le imponen a nuestra sociedad. Es la vergonzosa
complicidad y respaldo de las fuerzas armadas en la acción fascista y
genocida del régimen. Poco importa que quienes reconocen haber ordenado
la masacre hoy sean civiles: fueron y siguen siendo militares y policías
en su esencia. Golpistas y asesinos que se asomaran a la vida política
de la Nación en los sórdidos hechos del 4 de febrero y del 19 de
noviembre de 1992. Agregando a su palmarés la realización y jefatura de
los hechos criminales más repudiables de la modernidad. Y cuyo
desparpajo llega al extremo de proclamar la autoría de este abominable
crimen de lesa humanidad, que en otros lugares llevaran a la horca y a
la vindicta pública a sus culpables.
Tan criminal
comportamiento, obedecido servilmente por los colectivos paramilitares y
los uniformados que procedieron a disparar y bombardear a quienes
ofrecían deponer las armas y entregarse inermes a quienes los asaltaban,
aún siendo compañeros de armas, ¿no encuentra repudio en las filas de
quienes continúan callando, silenciando y respaldando la criminalidad de
sus compañeros narcotraficantes, negociantes y ladrones encumbrados a
la cúspide de la institución? Dicha masacre, ¿no es suficiente prueba de
la disposición del régimen a escenificar una guerra civil si la
obsecuencia del tartufismo político y mediático venezolano no termina
por arrastrarse desde Santo Domingo a Miraflores?
Reivindico y hago
mías las palabras con que Ibsen Martínez culmina su extraordinario
alegato: “la insidiosa acusación que hace la dictadura de que la MUD
colaboró en la localización y muerte de Pérez, con rayar en lo
demencial, debería obligar a los fundamentalistas del voto a revisar su
estrategia de diálogo, diálogo y más diálogo. Debería, pero en la
Venezuela de hoy eso es solo un decir… Su muerte reclama la condena de
todos los demócratas de nuestra América.” DO O.TAMBOSI
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